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La Caída y el Rescate del Amor Novela

Capítulo 1866
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Capítulo 1866

“¡Ay!”

“Perla, hija.”

Felisa y la abuelita también se asustaron con su reacción; la abuelita no se podía mover

bien y Felisa rápidamente colocó a Violeta en los brazos de Felipe.

Se levantó y rodeó el sofá, queriendo ver cómo estaba Perla.

Pero lo que vio fue una sombra que pasó rápidamente: Elio ya estaba siguiéndola.

Felisa dudó un momento, pero aun así fue tras ellos.

La abuelita miró preocupada hacia el baño, “¿Qué le habrá pasado?”

Selena frunció ligeramente el ceño, repasó mentalmente lo que había ocurrido desde que

vio a Perla ese día y finalmente posó su mirada en la bandeja de frutas, extendiendo la

mano para tomar un trozo de mango y llevárselo a la boca.

El mango es una fruta que divide opiniones.

A quienes les gusta, les encanta y quienes no lo hacen, les resulta difícil aceptar su sabor.

Pero si Perla eligió comer mango, significa que no le disgustaba, aunque su reacción al

probarlo fue

extraña.

El dulzor del mango se aferró a sus papilas gustativas, era especialmente delicioso.

Lentamente tragó la fruta y giró la cabeza para mirar a David.

Pero vio que tenía el ceño muy fruncido, con una expresión sombría y hostil.

Alzó una ceja, al cruzar por su mente una idea infantil y ridícula.

Seguramente, no estaría celoso por eso, ¿verdad?

Pero considerando cómo se había burlado de Elio hace un momento, podría ser

simplemente su ridículo deseo de ganar aflorando otra vez.

Cada uno tenía sus pensamientos y Felipe, que de repente tenía una niña en brazos, se

sentó en el sofá, abrazando a Violeta con una mano, bajó la mirada y la observó sin

expresión.

Mirándola de cerca, se podía ver una mezcla de sorpresa y escrutinio en su mirada.

Violeta no había interactuado mucho con él, así que simplemente se quedó sentada en su

regazo, mirándolo con sus grandes ojos, inocente y pura.

La indiferencia y el desapego de Felipe no la asustaron, después de mirarlo fijamente por

un buen rato, de repente sonrió mostrando sus pequeños dientes blancos.

Apoyándose con las manos en el estómago de Felipe, se subió y le dio un beso en la cara.

“Abuelito, qué guapo.”

Felipe fue tomado por sorpresa.

Una expresión de asombro y un torbellino de emociones cruzaron la cara habitualmente

inmutable del hombre.

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Capítulo 1866

¿Abuelito?

Frunció el ceño por un momento, aunque era verdad, ¿por qué sentía como si ya estuviera

con un pie en

la tumba?

Pero esa pequeña, definitivamente era una traviesa encantadora, con un talento natural

para ser adorable.

Y eso era raro.

No era como su padre, que siempre estaba pidiendo a gritos una reprimenda.

Ahora era un abuelo, después de todo, ese día tenía que llegar.

Sonrió ligeramente, mirando a la niña que después de besarlo se sentó de nuevo,

riéndose con las piemas cruzadas en su regazo, extendió la mano con resignación y cariño

y pellizcó sus mejillas rosadas y tiernas.

“Si no quieres sonreír, no sonrías.”

La boca de Violeta se torció un poco, con una expresión de pura tristeza.

“Abuelito guapo, ¿Perla está bien?”

Felipe soltó una risa baja, “Está bien.”

Violeta parpadeó, “¿En serio?”

“Uh-huh.”

Violeta confiaba plenamente en las palabras de Felipe y al oírlas, sonrió aliviada.

Miró fijamente a Felipe por unos segundos y dijo con alegría: “Mi papá, tío y abuelito,

todos son muy

guapos.”

Felipe solo tuvo dos hijos varones, nunca había experimentado los “halagos dulces” de

una pequeña niña y con esas pocas palabras había logrado desorientar al hombre siempre

sereno y distante.

Conquistó al abuelito guapo.

Viendo a Violeta así, Selena sentía tanto amor como impaciencia.

Realmente deseaba tener una dulce y tierna hija como Violeta.

Perla se encontraba en el baño vomitando todo lo que había comido apenas unas horas

antes.

Elio la siguió, apoyando una mano en su espalda, su ceño fruncido mostraba la

preocupación que sentía.

Pasó su mano por la nuca de ella buscando señales de fiebre, pero no encontró nada.

“¿Te duele en alguna parte?”

Perla, apoyada en la pared y sintiéndose débil, se cubrió la boca con la mano y

lentamente se puso de pie.

“Solo sal, por favor.”

Le preocupaba que el olor le resultara desagradable a Elio.

Pero él no hizo caso y al ver que ella había terminado, la llevó al lavabo para que abriera

el grifo.

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Capitulo 1886

Perla se inclinó para enjuagarse la boca con agua.

Elio seguía ahí, consolándola y observando cada uno de sus movimientos con una

expresión de preocupación en su rostro.

Felisa, con evidente angustia, preguntó, “Ya en la cena te vi algo pálidá y casi no comiste,

¿será que la comida no te cayó bien? ¿O acaso hay algo que no puedas comer?”

Perla negó con la cabeza, “No es eso, señora, yo no soy delicada con la comida, quizás me

mareé en el camino.”

Felisa asintió, “El mareo es terrible, anda, sube a descansar un poco. Pediré que te

preparen un poquito de caldo para que lo tomes cuando tengas hambre.”

El cuidado y el cariño de su suegra emocionaron a Perla.

“Gracias, suegra.”

La mujer suspiró suavemente, “¿Qué hay que agradecer? Solo tuve dos hijos, los dos son

unos cabezas duras y lo único que espero es que me traigan unas nueras que me

quieran.”

Pareciendo darse cuenta de que había hablado de más, se detuvo y le sonrió a Perla, un

poco avergonzada.

“Tengo dos nueras ahora, ¿no es motivo suficiente para cuidarlas y quererlas?”

Esas palabras hicieron que Perla se sintiera aún más agradecida, pero ya no quiso repetir

su agradecimiento.

Al salir del baño, una sirvienta ya tenía listo un vaso de agua tibia.

Felisa le pasó el vaso a Perla y con voz dulce le dijo: “Bébelo y luego sube a descansar.”

“La llevaré al hospital para que la revisen.”

La voz de Elio era inusualmente seria y firme, dando a entender que no aceptaría un no

por respuesta.

Perla lo miró, “De verdad, estoy bien.”

Pero la abuela, con su mirada perspicaz, asintió, “Elio tiene razón, es mejor hacerte un

chequeo en el hospital.”

“¿Acaso no fue solo un mareo? Ir y venir solo la cansará más, mejor que Vanina le eche un

vistazo, ella vive aquí al lado.”

Selena habló con una sonrisa en su rostro, desconcertando a los demás.

Su suegra asintió varias veces, “Claro, cómo olvidar a la doctora Vanina. ¡Rápido, alguien

que vaya a buscar a la Dra. Vanina para que revise a Perla!”

Una de las sirvientas asintió rápidamente y salió corriendo.

Esta vez Elio no dijo nada más, simplemente se sentó junto a su esposa en el sofá.

Su expresión y aura no dejaban entrever que normalmente era el blanco fácil de las

bromas.

Selena levantó una ceja y se acomodó mejor, apoyándose en David.

“No es de extrañar que Perla se comporte tan sumisa frente a Elio, parece que en privado

también eres un tipo dominante, ¿eh?”

La cara de David seguía sin mejorar.

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Al escuchar eso, le lanzó una mirada y su expresión no cambió.

Selena, incapaz de contener su diversión, se acurrucó en su pecho y dijo con picardía:

“Parece que los tres hijos de Perla ya están en camino.”

Los labios de David se apretaron en una línea firme.

Selena, conteniendo una sonrisa, agregó: “A lo mejor Elio también terminará harto de que

lo llamen papá.*

Su esposo frunció el ceño y la miró fríamente.

“Aunque tuvieran tres hijos, no necesariamente todos serían suyos. Y aún no estamos

seguros de nada.” “¿¿Por qué piensas así? Él es tu hermano, ¿no podrías esperar algo

bueno? En el fondo no piensas así, ¿verdad? ¿O es que te estás engañando a ti mismo

para consolarte?”

“Si sigues hablando, mejor nos vamos a dormir,” dijo David con gravedad.

Selena soltó una risa baja, “Si realmente te importa, podríamos tener más hijos. Ellos

tienen cuatro, ¿por qué no tenemos cinco nosotros?”

David entrecerró los ojos y se giró para mirarla. “¿Lo haremos al menos trescientas

veces?”

Selena parpadeó confundida. “¿Qué?”

“Si calculamos según la probabilidad más baja de quedarse embarazada, ¿no tendríamos

que hacerlo al menos unas trescientas veces para tener los otros tres pequeñines?”

A pesar de que ya sabía que ese hombre a veces soltaba alguna que otra grosería, era

evidente que, cada vez que lo hacía, ella se quedaba con ganas de encontrar un agujero

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en el suelo para esconderse. ¡No sabía cómo manejar la situación!

“¿Trescientas veces, tú quieres morir joven o qué? Además, ¿por qué habríamos de

calcularlo con la probabilidad más baja? ¡Con estos dos en mi vientre no tuvimos que

llegar a eso!”

David echó un vistazo a su abultado vientre, con el rostro impasible y sin un ápice de

compasión, comentó:

“Fue un accidente.”

Selena se quedó sin palabras.

Él continuó: “En aquel momento ni siquiera consideramos la posibilidad de tener hijos, si

hubiera pensado en ello, me habría esforzado para que no fuera tan fácil que te

embarazaras.”

¿Esforzarse para que no fuese tan fácil que se embarazara?

¿Cómo es que sus palabras sonaban cada vez más como las de un hombre irresponsable?

Selena frunció el ceño y lo miró de reojo, “Si fue un accidente, entonces no les dejaremos

que te llamen ‘papá’. Después de todo, no te gusta ser molestado.”

David vio su evidente disgusto y apretó los labios, sintiendo que algo se tensaba en su

corazón.

Esto no iba bien.

Había enfadado a su esposa.

Se inclinó ligeramente hacia ella, aclaró su garganta y le susurró:

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“Aunque sean accidentes, me gustan mucho estos dos.”

Selena forzó una sonrisa, “Si te gustan tanto, ¿qué problema hay en tener unos cuantos

más?”

David apretó suavemente sus hinchadas piernas, “Es demasiado agotador.”

Selena perdió de inmediato su enfado.

Se giró para mirarlo, incapaz de ocultar la emoción en sus ojos.

David tocó su frente con la suya, “Hablemos de tener más hijos más adelante, ¿de

acuerdo? Vamos a enfocarnos en traer a estos dos al mundo y en tu recuperación

primero.”

Su afecto en público hizo que los que estaban a su alrededor rechinaran los dientes de

celos.

¡Perla todavía estaba sufriendo!

Y ellos allí, acaramelándose tan descaradamente, jera insoportable!

Sin embargo, David y Selena, ya habían categorizado la situación de Perla.

Estar embarazada era una razón para estar feliz.

No había nada de malo en mostrar un poco de cariño.

Vanina llegó poco después.

Perla estaba rodeada de gente, sosteniendo un vaso de agua, todavía pálida.

Vanina la miró y luego a Selena, que estaba siendo abrazada con fuerza por David. Rodó

los ojos y se acercó a Perla.

La sirvienta le había explicado la situación mientras corría hacia ella. Perla asintió

ligeramente hacia Vanina con una sonrisa forzada.

La Doctora apretó los labios, “Dame tu mano.”

La chica le extendió la mano como le indicaron.

Vanina tocó su pulso y preguntó casualmente: “¿Cuánto tiempo llevas así?”

“Solo hace un momento…”

“Unas semanas.”

La primera respuesta fue la de Felisa, que fue interrumpida a mitad de camino.

La segunda fue la voz de Elio.

Felisa hizo una pausa, “¿Qué?”

Elio continuó: “Estos últimos días no ha tenido mucho apetito, pero el vómito ocurrió por

primera vez justo ahora.”

Felisa y la abuela parpadearon, miraron a Elio y luego se miraron entre sí.

¿Desde cuándo era tan atento ese chico?

¿Incluso capaz de notar cuánto comían otras personas aparte de él?

¡No era fácil!

Ambas retiraron la mirada y Felisa le dio una palmada en la cabeza a Elio.

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“¡Si te diste cuenta antes, debiste decirlo!”

En ese momento, los labios de Vanina se curvaron ligeramente, retiró su mano y se puso

de pie.

La abuela y Felisa la siguieron con la mirada, preguntándole con nerviosismo y

expectación:

“Dra. Vanina, ¿cómo está?”

Vanina levantó una ceja, “Nada grave. Cuídenla bien, porque en ocho meses podrán

abrazar a otro nietecito gordito y rosado.”

Al escuchar eso, la sala se quedó en silencio por un momento.

Perla levantó la cabeza bruscamente hacia ella, “¿Estás diciendo… que yo…?”

“Si, felicidades, estás embarazada.”

“¡Madre mía!”

“¡Ay, Dios mío!”

Felisa y la abuela se tomaron de las manos, emocionadas, casi listas para abrazarse y

empezar a saltar y girar en el lugar.

Incluso Felipe, que sostenía a Violeta, alzó la vista con interés.

Elio, al lado, se quedó pasmado un momento, luego miró a Perla y la besó fuerte en la

cara.

Se levantó riendo a carcajadas y fijó su mirada en David, que estaba un poco más allá.

Selena arqueó una ceja y discretamente desvió la mirada.

Ahí va.

Ese tonto, empezando otra vez.

La cara de David se ensombreció de golpe, sabiendo que ese tontuelo iba a empezar con

sus tonterías.

“¿Qué te puedo decir, hermano? ¡Ahora tengo un chiquillo que ya desde la barriga me

llama papá, jajaja! ¿Qué te parece? ¿No es increíble mi esposa, siempre llenándome de

orgullo?”

David no dijo nada.

“Pero también es momento de felicitarte a ti, tienes otro sobrino más. Y pensar que mis

dos sobrinos van a ser sus hermanos mayores.”

Selena se llevó una mano a la frente. Este tipo, ¿no podía mantenerse tranquilo ni un

momento?

¡Con algo tan hermoso, ¿por qué no podía simplemente alegrarse de tener un hijo?!

¿Acaso tener más hijos no es maravilloso?

No importa quién sea, al enterarse de la noticia de un hijo, nadie reaccionaría como él,

haciendo cosas

tan irritantes.

¡Tenía el don de convertir un evento feliz en una excusa para que lo golpearan!

Todos pensaban lo mismo que Selena.

Deberían estar sumidos en la alegría de tener otro bisnieto, otro nieto, pero Elio logró que

solo pensaran en darle una buena paliza.

Perla, sin poder soportarlo más, tiró de la camisa de su esposo para llamar su atención,

“Elio, por favor,

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no seas así.”

La alegría y los pensamientos de Elio eran tan peculiares que no prestó mucha atención a

la advertencia de Perla.

Pero Felisa no pudo más y le dio un puñetazo en la espalda a su hijo.

El golpe fue fuerte, con un sonido “ithump!” resonante.

“¡Cof cof cof!”

Elio tosió y se giró para ver a su madre, que lo miraba fijamente, “¿Existe alguien en este

mundo más merecedor de una paliza que tú? ¡Tienes talento, conviertes una gran noticia

en algo que hace que la gente quiera golpearte en vez de celebrar!”

Dicho eso, le dio un par de golpes fuertes en sus hombros.

“¡El embarazo de Perla no es para que te pongas a presumir y a competir!”

Con cada palabra, Felisa golpeaba a su hijo y cada golpe estaba lleno de fuerza.

Elio, dolorido por los golpes, esquivaba y se movía de manera cómica.

Perla no sabía si reír o llorar.

En un momento así, él todavía pensaba en otras cosas.

Violeta, que había estado observando todo con ojos muy abiertos, miró hacia arriba a

Felipe.

“Abuelito guapo, ¿Perla está embarazada y va a tener un bebé también?”

Felipe acarició suavemente las mejillas rosadas y suavecitas de Violeta, con voz baja y

suave, “Así es, Violeta, vas a tener un hermanito o una hermanita.”

Los ojos de Violeta brillaron de felicidad.

Juntó sus manitas con entusiasmo, “¡Guau, Perla va a tener un bebé y yo voy a ser

hermana mayor!”

La expresión de la niña era tan encantadora que a todos les resultaba adorable y Felipe

sonrió levemente asintiendo, “Sí, felicidades Violeta.”

La niña aplaudió feliz, pero pronto frunció el ceño otra vez.

“Entonces voy a tener muchos hermanitos y hermanitas, ¿verdad? Los dos bebés de la tía,

y ahora Perla.”

Se detuvo un momento, luego se giró hacia su madre, confundida, “¿Perla tiene cuántos

bebés?”

La pregunta de Violeta dejó a todos los adultos en la habitación paralizados.

Todos dirigieron su mirada hacia Vanina.

David no fue la excepción.

Si resultaba ser gemelos o trillizos otra vez, ¿ese tonto no iba a tocar el cielo con las

manos?

Vanina suspiró y se tocó la frente, “Eso es algo que deberíamos ver en el hospital con-un

chequeo adecuado, mis habilidades en medicina tradicional son limitadas.”

Los presentes se mostraron algo decepcionados, pero finalmente la abuela asintió con la

cabeza, “Claro que sí, de todas formas, hay que ir al hospital para un chequeo completo.

Perla, ¿te sientes mejor? Pide lo que quieras comer.”

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Perla tomó un sorbo de agua y negó con la cabeza suavemente, “Ahora no tengo mucha

hambre.”

Felisa intervino rápidamente, “De todos modos, la cocina siempre está lista con comida,

pide a Elio que te prepare algo cuando tengas hambre. Tú también, Selena, tenemos de

todo.”

Selena sonrió, “Está bien.”

Felisa frotó sus manos con expectativa, “Ay, ahora sí que voy a estar ocupada, jajaja, mis

nueras están embarazadas. No me voy a dar abasto con tantos nietos.”

Había soñado con eso desde que sus hijos nacieron, esperando que le trajeran a casa un

par de nueras y luego unos nietos regordetes con quienes jugar. Ahora, ese pequeño

sueño se estaba haciendo realidad.

Y no solo uno, sino uno tras otro.

La abuela también se reía a carcajadas.

“¡Y yo también! ¡Mis bisnietos! Ahora, ¡tengo cuatro generaciones bajo un mismo techo!

Miren esta bendición.”

El salón estaba lleno de alegría en ese momento.

Solo David, sentado con cara seria, parecía fuera de lugar.

Seléna también estaba feliz por la noticia, pero al notar el ánimo de su esposo, sonrió con

resignación.

Le dio un codazo, “Quiero uvas verdes.”

David se enderezó automáticamente y tomó una uva verde, se giró y se la puso en la

boca.

Selena la recibió con la boca abierta.

A pesar de que la cara de David no mostraba signos de alegría, las frutas no dejaban de

llegar a los labios de Selena.

Al día siguiente, bien temprano, Felisa llevó a Perla y Elio al hospital.

Apenas salieron, ya había un carro esperándolos en la entrada.

José estaba frente a la puerta del carro, saludándolos al verlos.

Elio, con las manos en los bolsillos, echó un vistazo a los carros bloqueando la entrada

principal y levantó una ceja, “¿Tan temprano? ¿A dónde va mi hermano?”

José se rio, “El señor me pidió que los llevara al hospital.”

Elio resopló, “No es necesario, tengo mi propio carro y manejo bastante bien…”

José interrumpió, “El señor está muy preocupado por la salud de su sobrino, me insistió en

acompañarlos durante todo el proceso y ya habló con el hospital con antelación.”

Elio rodó los ojos.

¿No era solo para saber cuántos bebés esperaba Perla lo antes posible?

¿Realmente era necesario tanto esfuerzo y detalle?

Sin decir más, subieron al auto de José.

Llegaron al hospital sin problemas y como era de esperarse, el asistente los siguió a todas

partes. Si no

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fuera por la diferencia de género, probablemente habría entrado hasta la sala de

ultrasonido.

Cuando terminaron la revisión, José que estaba esperando en la puerta se acercó

rápidamente.

“¿Cómo les fue? ¿Cuántos bebés son?”

Elio apretó los dientes.

¡Qué obvio era su propósito!

Felisa sonrió felizmente, “Uno solo, ¡y eso está bien! No será tan difícil como para

Selena…”

José no escuchó lo que seguía, tan pronto como oyó la respuesta de “un solo bebé”, se

alejó para hacer una llamada.

Elio pensó: ¡Maldición!

¿Qué tenía de especial tener gemelos? ¡Su hija era mayor que esos dos bebés que

llevaban en el vientre! ¡Estaba destinada a ser la mayor!

José terminó la llamada rápidamente.

Elio resopló y rodeó a Perla con su brazo, “Uno está perfecto, como dice mamá, ¡menos

sufrimiento!”

Perla forzó una sonrisa, no había pensado en ello demasiado.

Solo después de obtener el resultado definitivo, David dejó escapar una sonrisa y la

pesadez acumulada en su entrecejo se disipó como por arte de magia.

¿Gemelos? ¿Es que acaso son tan fáciles de concebir?

Selena se sentía pesada y ni siquiera al acostarse encontraba alivio, así que despertó

temprano.

David estaba al teléfono junto a la ventana, su voz era baja, pero Selena podía adivinar de

qué hablaba.

Parece que realmente le importaba.

Esos dos hermanos eran increíbles.

Al ver que Selena se despertaba, David esbozó una sonrisa, “Ya despertaste.”

Ella se movió un poco y él se acercó para ayudarla a levantarse de la cama.

Apoyada en el cabecero, preguntó, “¿Ya está confirmado?”

David apretó los labios, “Es el legado de la familia Terrén, por supuesto que hay que

prestarle atención.”

Selena se mordió la comisura de los labios al escuchar esa excusa tan trillada.

“Quédate tranquila en la cama, voy a prepararte el desayuno.”

“Vale.”

David se fue y ella agarró su celular para echar un vistazo a las últimas noticias.

Miró la hora y finalmente llamó a Petrona.

Cuando Petrona se enteró de que Perla también estaba embarazada, no pudo ocultar su

alegría.

“¿Qué pasa con esto de los embarazos, que vienen todos en fila?”

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Selena rio, “Elio está que no cabe de la alegría. No paraba de alardear delante de su

hermano. Ah, y otra cosa, anoche lo confirmo, Violeta es hija de Perla.”

Petrona se quedó callada un momento antes de romper a reír, “Pobre tipo, teniéndola tan

cerca y apenas se da cuenta ahora.”

“Anoche vino aquí, pensando que Violeta podía ser hija de David, luego cambió de opinión,

diciendo que podría ser una hija ilegítima de su papá…”

Selena le contó con todo detalle lo sucedido la noche anterior, y no pudo evitar soltar una

carcajada.

Petrona se reía aún más.

“¿Puede ser más cómico?”

Selena respiró hondo y poco a poco su sonrisa se desvaneció, “Quizás él también tenía

miedo, temía esperar demasiado.”

Petrona asintió comprensiva, “Tiene sentido. De la nada le apareció una hija. Ay, Selena,

ahora que lo pienso, estoy nerviosa, en dos días llega mi fecha de parto. Estoy ansiosa y a

la vez asustada.”

Selena parecía igualmente tensa, “¿Martín estará contigo, verdad?”

Petrona asintió, “Dijo que quiere estar a mi lado en la sala de partos, ¡pero la que va a

parir soy yo!”

Ella ya estaba hospitalizada, esperando dar a luz. Cuanto más cerca estaba la fecha, más

sensible se sentía.

Ese desahogo espontáneo hizo que Martín, al entrar, se detuviera en seco.

Se acercó a ella y dijo, “Si pudiera, te juro que daría a luz en tu lugar.”

Petrona lo miró con un dejo de reproche, “Claro que dices eso porque sabes que es

imposible. ¡Ay, estos hombres y sus palabras… mmm…!”

“Están hechas para besarte bien,” dijo Martín, apoyando sus manos a ambos lados de ella

y dándole un beso sin vergüenza alguna.

Selena cortó la llamada de inmediato.

Los dos, estaban atrapados en un beso apasionado e impetuoso, y con una claridad de

imagen que a ella le hacía sonrojar.

Al levantar la cabeza, vio a David en la puerta con una bandeja en la mano. No sabía si

era por su conciencia culpable o si David había oído algo, pero su expresión era

claramente tensa.

Sin pensarlo, lanzó su celular al otro lado de la habitación y se levantó de un salto de la

cama.

“Tengo un hambre.”

David dejó el desayuno en un mueble cercano, le ayudó a ponerse las pantuflas y la miró

con una mirada fría y distante.

“¿Qué estabas viendo?”

Selena forzó una sonrisa, “Hablaba con Petrona. Está nerviosa porque le faltan dos días

para su fecha de parto.”

“Así que Martín quiere dar a luz por ella,” concluyó David sin mucho sentido, pero a Selena

se le erizó la piel.

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No era su imaginación. David lo había escuchado.

“Yo no tengo la culpa de nada,” dijo con voz inocente, sus ojos expresaban una profunda

tristeza, especialmente al mirar a su esposo.

Él bajó la vista hacia el pie delicado que tenía entre manos, sus dedos se movían

inquietos.

Frunció el ceño y sujeto los dedos rebeldes de Selena, terminando de ponerle la otra

pantufla y la llevó al

baño.

Había sumado otra deuda silenciosa a la cuenta de Martín.

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“Ahora que lo mencionas, mi fecha de parto no está lejos de la de Petrona.”

Selena estaba posiblemente más nerviosa que ella.

Con dos bebés en camino, temía que algo pudiera salir mal.

Tenía muchos malos presentimientos, pero los reprimía todos, sin atreverse a

contemplarlos.

David apretó los labios y le secó las manos con una toalla.

“Contrataré al mejor médico.”

Ella sonrió levemente, “No tengo miedo. Solo estoy preocupada. Espero que los bebés

estén sanos y

salvos.”

“Lo estarán.”

David no era de hablar mucho, pero esa mañana lo notaba especialmente callado. La

tomó de la mano y la guio fuera del baño, cuidándola mientras compartían el desayuno.

Después de desayunar, ella bajó las escaleras y se encontró a la abuela y a Violeta

hablando en la sala. David la acompañó un rato, pero luego subió a su estudio.

La abuela observó cómo se alejaba su nieto y luego, en voz baja, comentó con Selena:

“¿Qué le pasa a David? Parece que tiene la cabeza en otro lado desde temprano.”

Selena también había notado su comportamiento extraño, pero no sabía qué podría estar

preocupándolo tanto.

No había pasado nada en particular esa mañana que justificara su distracción.

Perla estaba embarazada y tanto ella como el bebé estaban sanos.

No creía que haber pillado a Martín y Petrona en un momento íntimo fuera razón para

cambiar tanto.

Pensándolo bien, no habían hablado mucho; después de todo, él siempre había sido de

pocas palabras. De repente, Selena frunció el ceño, como si algo hubiera cruzado por su

mente. Miró hacia el piso superior, sus ojos destellando curiosidad.

La abuela, mientras tanto, observaba de reojo a Violeta y no prestaba demasiada atención

a los pequeños gestos de Selena, pero no le resultó difícil notar que algo inusual estaba

sucediendo.

“¿Qué pasa?”, preguntó la anciana.

Selena sonrió levemente y negó con la cabeza: “Nada, todo está bien.”

Poco después, Felisa regresó a la casa con Perla, quien no podía ocultar su felicidad.

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Ella la felicitó con una sonrisa.

Perla sonrió con dulzura, claramente dichosa.

Felisa, con una sonrisa de oreja a oreja, la miró y dijo: “Selena, estaba pensando, Perla

acaba de confirmar su embarazo y tu fecha de parto está cerca, Me preocupa dejarlas

solas. ¿Qué tal si Perla se queda aquí con nosotros? A menos que te moleste, también

podríamos ir a mi casa,”

Perla se apresuró a intervenir: “Suegra, no hay necesidad, puedo cuidarme sola.”

“No me molesta en absoluto, quédate. Además, estos días estaré bien acompañada. Perla,

los primeros meses de embarazo son cruciales, es mejor que nos tengas cerca. No

subestimes el embarazo”, le aconsejó Selena.

Felisa asintió con entusiasmo: “Mira qué bien hablas, parece que entiendes mucho de

esto, como si tú hubieras sido muy obediente en tu momento.”

Selena no supo qué decir, pero ambas, Perla y ella, terminaron riendo juntas.

¡Parecía que así era!

Tampoco había sido fácil en su momento.

“Bueno, quédense aquí mientras yo arreglo algo en la cocina”, dijo Felisa.

Perla tomó su mano y le dijo suavemente: “Suegra, gracias por todo.”

Felisa le acarició la mano y respondió: “¿De qué hablas? Casarte con Elio ya fue un

sacrificio y ahora tienes este embarazo. No puedo hacer mucho, pero al menos deja de ser

tan reservada.”

Perla sonrió y asintió: “Voy a intentar cambiar.”

Felisa satisfecha, le dio una palmada en la mano y se dirigió a la cocina.

“Ay, mis dos nueras, ¿cómo pueden ser tan encantadoras? Debo haber salvado el mundo

en mi vida pasada”, murmuraba con cariño.

Continuaron hablando en la sala sobre las comidas nutritivas para embarazadas hasta que

Selena se puso de pie:

“Voy a ver qué puedo hacer. El nutricionista que contrató David era muy bueno; voy a

pedirle que vuelva.” Perla empezó a rechazar la idea, pero la abuela ya había aceptado la

propuesta.

Selena, con movimientos suaves y sosteniéndose la espalda, subió las escaleras hasta el

estudio.

El suelo estaba cubierto con una alfombra que David había mandado a poner cuando notó

que su vientre empezaba a crecer. Había protegido también las esquinas de los muebles

con acolchado.

Subía lento y con cuidado, al llegar a la puerta del estudio, se detuvo sin entrar.

La insonorización del estudio era buena, pero el segundo piso estaba tan silencioso que

podía oír las voces amortiguadas que salían de dentro.

“Um, si no sabes a quién llamar, invita a todos. No, no quiero que se desplacen, que

vengan aquí.”

“Que quede claro lo que necesitan, yo me encargaré de garantizarlo. Presta atención a los

detalles, mándame una lista.”

“¿Hay algún psicólogo especializado en esto? Busca al mejor.”

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Selena estuvo un rato escuchando en la puerta del estudio, pero no pudo deducir

exactamente qué estaba planificando David.

Luego, hubo silencio en el estudio y pensando que no escucharía nada más, Selena

finalmente abrió la puerta del estudio y entró.

David estaba apoyado en su escritorio cuando Selena entró.

Él también miró hacia ella, con un cigarrillo sin encender colgando de sus dedos.

Al verla entrar, hizo una pausa y arrojó el cigarrillo a la papelera para luego acercarse y

sostenerla.

“¿Viniste sola?”

Ella asintió con la cabeza. “Decidí hacer una incursión sorpresa para ver si estabas

haciendo alguna travesura a mis espaldas.”

Ella estaba justificando por qué había entrado sin tocar la puerta primero.

David soltó una risita baja. “No hay travesuras de las que hablar. Si quiero hacer algo, lo

hago frente a ti y si es necesario, hasta podrías echarme una mano.”

Selena se detuvo, sintiendo que sus mejillas se sonrojaban.

Las oportunidades para tener una conversación decente con ese hombre se habían vuelto

cada vez más escasas.

Antes, al menos podían hablar un poco más antes de que el tema se desviara hacia algo

inapropiado

para menores.

Ahora, incluso unas pocas palabras parecían demasiado.

Sin seguir con el tema, miró hacia la papelera.

“¿En qué estabas ocupado justo ahora?”

David la ayudó a sentarse en una silla. “Nada importante, solo algunos asuntos de la

empresa.”

Recordando lo que había escuchado afuera, Selena no preguntó más.

“Perla ha vuelto. Tu mamá tiene que cuidarnos a las dos y no es conveniente que se

desplace tanto, así que le dije que se quedara.”

Al decir eso, notó un leve fruncir de ceño en David.

Sin embargo, al instante asintió. “Si tú estás de acuerdo, que se quede. En un par de días

nos internamos en el hospital.”

Selena frunció el ceño. “Faltan más de veinte días. ¿Internarse tan pronto?”

“¿Confías completamente en la fecha de parto?”

Selena apretó los labios. “No del todo.”

“Así que…”

“Está bien.”

Selena no tuvo más opción que acceder.

“Perla podría necesitar a la nutricionista que encontraste antes. Tendrás que contratarla

de nuevo.”

“Está bien.”

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Capitulo 1866

“¿Realmente estabas ocupado con asuntos de la empresa?”

David bajo la mirada hacia ella. “¿Qué quieres preguntar?”

Selena negó con la cabeza. “Nada, solo que me aburre un poco y extraño el trabajo.”

David levantó una ceja. “¿Con esa pancita y aún quieres competir con Perla a ver quién da

a luz primero?”

Selena frunció los labios. “Tengo hambre.”

Ya casi era mediodía.

“Espera aquí, voy a ver si el almuerzo está listo.”

“¡Dale!”

David se fue y Selena se levantó para acercarse al escritorio, fijándose en el reloj por un

momento. Todavía faltaban diez minutos para las doce.

El móvil de David estaba sobre la mesa. A pesar de la curiosidad, decidió no tocarlo.

No dudaba de si David hubiera hecho algo para traicionarla.

Solo quería asegurarse de que lo que él estaba haciendo no se desviara de lo que ella

pensaba.

Recordó el cigarrillo sin encender que él tenía en la mano cuando ella entró.

Suspiró suavemente.

Él rara vez fumaba, solo lo hacía cuando estaba extremadamente agitado.

Pensó que si no hubiera sido por consideración a su embarazo, probablemente ese

cigarrillo estaría

encendido.

¿Cómo podría dudar del amor de un hombre que la cuidaba con tanto detalle?

Faltaban seis minutos para el mediodía.

En ese momento, la máquina de fax al lado cobró vida con un zumbido.

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